jueves, 13 de octubre de 2011

Un día de fiesta

Ayer fue fiesta, un día entre semana, el día de la Fiesta Nacional. Hizo un día espléndido, despejado, sin una nube y calor como si fuese pleno verano. Día perfecto para descansar y dormir. Así fue hasta bien entrada la mañana por no decir casi mediodía ¡qué felicidad! Hacía tiempo que no dormía tantas horas y tan a gusto, quizá las necesitaba, puede ser. Han pasado tantas cosas estos últimos días, algunas tan poco deseadas como inesperadas, algunas cercanas y otras no tanto… pero así ha sido.  

Aunque parezca mentira, a veces te das cuenta de que gente muy cercana a ti no son quienes dicen ser y/o no sienten lo que dicen sentir, pero no te das cuenta de ello porque ellos te lo digan, sino por una reacción ¿inesperada? de ellos ante un suceso concreto un día cualquiera en tu vida cotidiana. Es ahí, en ese preciso momento cuando se descubren y se delatan ellos mismos, quizá sin darse cuenta, aunque yo estoy seguro que lo hacen a conciencia. 

¿Con qué finalidad? Simplemente, hacer el mal, aprovechando cualquier situación absurda para conseguir lo que se han estado proponiendo durante tanto tiempo ¿Y cuál es la razón por la que actúan así? No me atrevo a aventurar, es todo tan oscuro… De momento, silencio. ¡Qué mejor para pasar página y olvidarte de problemas ridículos, que salir a tomar el aire, aprovechar estos últimos rayos de sol de este verano que parece no tener fin, dar una vuelta en compañía agradable e inesperada a la vez, y echar un pintxo y un bocata con una gran sonrisa en tu cara! Eso es lo que hice. ¡Y eso vale millones! 

Cómo dije el otro día, ante la desesperación absoluta, opto por descojonarme...


 

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