jueves, 5 de mayo de 2011

San Miguel de Aralar

El fin de semana pasado, como ya comenté aquí mismo en una de las últimas entradas, visitamos la Cueva de Mendukilo, en la sierra de Aralar. Una de las salas se llamaba Herensugearen Gotorlekua, o la Morada del Dragón, porque una de las rocas que podemos ver se asemeja a un dragón durmiente. Y podeis preguntaros ¿qué pinta un dragón en esta historia? Pues sencillamente porque en la leyenda de San Miguel de Aralar aparece uno. Y entonces mientras veíamos esa formación calcárea que teníamos delante con forma de dragón, nuestra guía nos contó la leyenda, aunque yo ya la conocía, y me gusta mucho y tengo muy buenos recuerdos desde pequeño de esta zona de Navarra. Aprovechando también que la imagen de San Miguel de Aralar está en Pamplona desde el pasado día 2, y como me gustó escucharla el pasado sábado en la cueva, me apetece dejarla aquí escrita para el que esté interesado. Es un poco larga pero vale la pena. Ahí va:

El protagonista de la leyenda es Teodosio, un caballero navarro que vivió en tiempos del rey Witiza, en el siglo octavo. Descendiente del linaje de los Goñi, al casar con doña Constanza de Butrón y Vianda, pasó de vivir en la casa de sus padres o palacio viejo, a la casa de su esposa llamada Larrañarenetxea (casa de la era), ambas en el pueblo de Goñi, una pequeña localidad enclavada en las montañas que separan el valle del Araquil de la cuenca de Pamplona y de la tierra de Estella, dominando desde una alta ladera –Goñi, en euskera significa en lo alto- un paisaje compartido por los bosques y los campos de labor.

Eran tiempos de guerra en que los pueblos del norte de la península ibérica se defendían de la invasión musulmana, y Teodosio hubo de abandonar su casa y marchar a la guerra. Tras una larga ausencia pudo volver a su valle natal y poco antes de avistar su pueblo, en el término conocido como Errotabidea (camino del molino, en euskera) se cruzó en el camino con un peregrino, que en realidad era el demonio disfrazado, quien le dijo que su esposa Constanza le era infiel con un criado y que éste compartía con ella el lecho en la casa conyugal.


Ciego de ira por su afrenta, Teodosio llegó a su casa, entró en su dormitorio y entrevió dos cuerpos que yacían en la cama. Seguro de su deshonra, sacó una espada y arremetío contra ellos una y otra vez con todas sus fuerzas, hasta que sus manos se cubrieron de sangra. Salió de la casa y, con gran estupor, vio en la plaza a su esposa Constanza que regresaba de la iglesia. La alegría que ésta demostró por el regreso de su marido se convirtió pronto en horror y desolación de ambos al comprobar que a quienes había asesinado Teodosio era a sus propios padres, a los cuales Constanza había invitado a vivir en su casa y les había dejado su habitación, para que estuviesen mas cómodos durante la ausencia de Teodosio.

Teodosio confesó su horrendo crimen al párroco Juan de Verdara y al Obispo de Pamplona, Marcial, quien le ordenó que fuera a Roma como peregrino para solicitar la absolución del Papa Juan VII. Éste le impuso la penitencia de vivir fuera de toda población, llevando una gruesa cadena ceñida al cuello y a la cintura y una cruz a cuestas, hasta el día en que, por el desgaste, la cadena quedara rota.

Vagó Teodosio por los montes de Hayedo, Andía y posteriormente de Aralar durante siete largos años. Un día del año 714, se encontraba en una de las cumbres de esta sierra, próximo, sin saberlo a la boca de una sima en cuyas profundidades, según los vecinos del lugar, vivía un dragón que mataba personas y ganados fulminándolos con su lengua de fuego. Repentinamente el monstruo surgió de la caverna y Teodosio se encomendó a San Miguel exclamando: "¡San Miguel me valga!". El arcángel se apareció, descendió del cielo en un gran resplandor, portando sobre la cabeza una cruz, y al grito de "¡Quién como Dios!" aniquiló al dragón y rompió las cadenas de Teodosio.


Liberado de su penitencia, Teodosio volvió a Goñi y tras abrazar a su esposa y a su hijo Miguel, regresó posteriormente a la cumbre de Aralar, donde consagró el resto de su vida al culto a San Miguel, construyendo un templo en su honor.

La tradición popular que surge a consecuencia de la leyenda mantiene que la efigie de madera del Arcángel, hoy recubierta de plata sobredorada, que se venera actualmente en el Santuario, fue dejada por San Miguel en su aparición. También mantiene esta tradición que las cadenas que permanecen colgadas en el exterior de la capilla son las que llevó Teodosio hasta su liberación y que, según dicen, si das tres vueltas por debajo de ellas y pides un deseo éste se cumple. También que el conjunto del Santuario está levantado sobre la propia sima donde moraba el dragón aniquilado, que únicamente se comunica con el templo a través de un pequeño hueco existente a la derecha del altar de la capilla interior, por donde los visitantes tienen costumbre de asomar la cabeza o echar monedas para comprobar, a través de sucesivos golpes que éstas dan en las rocas al caer, la gran profundidad de la sima.



1 comentario:

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